¿Genio o mirón? Decidan ustedes mismos sobre el curioso caso de Miroslav Tichy.
«Hágaselo usted mismo.» Tal parece ser el lema vital del fotógrafo checo Miroslav Tichy. Empezando porque fabrica sus propias cámaras con residuos sólidos, como simples paquetes de cigarrillos vacíos. ¿Cómo? ¿Que no se lo creen? Pues reajusten sus índices de credulidad porque todo lo que rodea la historia de este excéntrico artista centroeuropeo parece salido de un filme de género fantástico.
Lo primero: su pasado. Corre el año 1948 cuando el joven Miroslav, un raro y superdotado alumno de la Escuela de Bellas Artes de Praga, ve cambiar su plácida existencia a raíz del golpe de Estado de los comunistas checos. Pasa de ser un prometedor enfant terrible a carne de cárceles y psiquiátricos durante tres lustros, el tiempo que tardan en caer en la cuenta de que es un pacífico fotógrafo sin ningún ánimo de insurrección o disidencia.
Lo segundo: su hobby. Tichy, convertido en una especie de homeless voluntario, pasa los siguientes 30 años de su vida recorriendo Kyjov, el pueblo de Chequia donde vive, y apretando de manera compulsiva el clic de sus manufacturadas cámaras. Objetivo: las mujeres más bellas de la localidad. Realiza, de forma invariable, más de cien fotos al día, que selecciona y amplía cada noche con instrumentos también fabricados con desechos.
Lo tercero: su mentor. Roman Buxbaum, psiquiatra y una de las pocas personas que tienen acceso directo a Tichy. Dirigió el documental Tarzan in pension, cuyo título está tomado de la respuesta que el artista da a quienes le preguntan, extrañados, por su modus vivendi: «¡Soy un Tarzán retirado!».
Buxbaum dio a conocer la obra de este voyeur aquejado de una especie de síndrome de Diógenes fotográfico. Eso sí, Tichy rechaza rotundamente los beneficios que produce su obra y sigue, a sus 83 años, `trabajando´ por amor al arte.
Lo dicho. ¡Advertidas quedan, señoras y señoritas! De modo que harían bien en cruzarse de acera si un día se topan con Miroslav en su camino. A no ser, claro está, que prefieran verse inmortalizadas en algún museo.
David Benedicte
Fuente: Revista XLSemanal (08/03/09)
|