Una fría mañana de octubre cuatro denborianos, con más frío que vergüenza, se adentraron en los bosque de Aralar en busca de los colores del otoño.
Fueron engañados vilmente por la predicciones meteorológicas y en lugar de una mañana fresca se encontraron con otra rozando la helada. Así que los valiente fotógrafos emprendieron a toda leche su misión:


La más vieja del grupo, con la sabiduría que dan las canas, fue preparada con guantes y mientras sus compañeros estaban ocupados calentándose las manos y ella iba haciendo fotos:

Pronto se quedó atrás, pero el paisaje merecían la pena



Y llegó al arroyo Agauntza donde le esperaban sus compañeros. Parada obligatoria pues había que descifrar los misterios de de sus aguas rojas.



Ya era media mañana y el ambiente se volvió más cálido, pero la misión no había acabado, así que de nuevo en marcha en busca del tesoro prometido, el otoño.
Y llegaron al pantano:

Había que inmortalizar el momento, la tarea por delante todavía era ardua.


Había que orientarse bien con los sentidos alerta.

Buscar por todos los rincones para encontrar el gran premio.

Pero los aguerridos denborianos no tuvieron suerte solo encontraron pequeños indicios de los colores otoñales. Pero no desistieron, emprendieron el regreso con la esperanza de volver a intentarlo próximamente.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Josune
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