igor escribió:
...porque ir solo y enfrentarse a un batallón de seguratas lo veo algo peligroso
Igor, eres un cobarde
.
Te copio aquí un relato que alguien, un valiente
, dejó por ahí el 25/MAR/2006:
Aupa cuadrilla de sospechosos armados de cámaras vistosas.
Esta mañana he salido a hacer unas fotillos que me han encargado. Una de ellas era del ayuntamiento, ese edificio nunca fotografiado. Mientras estaba en un murete subido con mi arma, se me acerca un policía local de paisano (así ponía en su placa, como la de la pelis, esa que se abre y se cierra en una décima de segundo para que no sepas quien es, sólo que es importante) acompañado del Marca (no he sabido si el Marca era para leerlo en horas de trabajo o formaba parte del atuendo de policía secreta).
A partir de ahí hemos tenido una discusión muy educada, eso quiero dejarlo claro, pero surrealista. Me pregunta para qué hago las fotos y le respondo que para varias cosas, la primera porque me gusta, porque es mi afición. ¿Y las demás? me vuelve a preguntar y le digo que eso es asunto mío. Me decía que había que acercarse al ayto. para pedir permiso y le contesto que estoy en un sitio público y fotografío lo que me parece mientras no moleste a nadie. Así que atentos las amas y aitas: el día de Olentzero y los Reyes Magos no se os olvide entrar todos al ayto. a pedir permiso. Y atentos también los que se casan ahí, podrían terminar celebrando la boda en el cuartelillo.
Me pide la documentación; me bajo del murete; saca el móvil y empieza a marcar números; como se alarga, le pregunto si, mientras tanto, puedo subirme otra vez para terminar de sacar mis fotos; me dice que sí... terminamos los dos de hacer lo nuestro, yo he sacado un par de fotos más y él ha comprobado que, hasta el momento, nadie ha demostrado que yo sea mala persona. Me bajo del murete y seguimos hablando distendidamente.
Me pregunta porque me molesta lo que él está haciendo, que él está haciendo su trabajo. Le contesto que yo estoy intentando divertirme con mi afición que no molesta a nadie, mientras que su actuación, a mi entender absurda, sí me molesta a mí. Le explico lo que todo el mundo piensa: si quiero conseguir fotos para organizar algo ilegal puedo cogerlas de Internet, de los calendarios, de publicaciones del propio ayuntamiento, con una cámara más discreta (preferiblemente de vídeo) y sin subirme a un muro a las nueve y media de la mañana de un sábado, etc. etc. Me dice que él tiene sus razones que lógicamente no puedo explicarme. Pienso, no se lo digo, que ve demasiadas películas de polis.
La conversación continúa repetitiva y me pregunta para qué saco fotos si ya hay un montón. El caso es que igual tiene razón. ¿Estaremos enfermos? ¿Esto lo cubrirá Osakidetza? Pero pongo mi hombro junto al suyo, me inclino hacia él y le digo: Sí, pero como ésta ¿a qué no la has visto nunca? Él se acerca, enfoca la mirada, contempla interesado la foto y no responde. Me insiste en preguntar por qué me molesta pedir permiso, por qué no colaboro si, al fin y al cabo no estoy haciendo nada malo. Le digo que ni es ilegal (lo cual debe ser totalmente cierto puesto que estoy en casa) ni mi moral me lleva a hacer eso. Finalmente nos despedimos y le indico que ya se enterará cuáles son las otras razones que me han llevado a hacer la foto.
El trato ha sido correctísimo, la persona tenía una conversación agradable y no ha sido, para nada, autoritaria. Pero, en mi opinión, la situación ha sido bastante absurda y surrealista.
Continúo hasta el Megapark. Hago unas fotos y me vuelven a empezar las desgracias: mis fotos no se parecen, ni por asomo, a las de... (mejor no digo el nombre, no quiero acusar a nadie, ya sabéis a quien me refiero). Me encuentro en el puente nuevo que comunica la zona de Aparcavisa con el Megapark y se me acerca una persona de seguridad del Megapark para explicarme que no puedo hacer fotos. Alucino. Ya os imagináis que respondo, ¿no?
Esta persona me dice que está haciendo su trabajo y, por tanto, que le permita explicarse. ¡Me está utilizando! Para sacar su sueldo, tiene que aburrir a un peatón que está en su tiempo libre y que no va cobrar nada por el suplicio. Aún así, me acomodo en la barandilla del puente para prestarle atención (con cierta sorna, por supuesto). Empieza su rollo típico: aunque estés en un lugar público estás apuntando a los edificios del Megapark, etc., etc. ¡Por Dios! ¡Qué sacrilegio! Como estoy hasta los... las narices de absurdeces por hoy, le digo que no quiero escuchar tonterías y me marcho. Sin más.
Paseo por la zona nueva, la más cercana al centro de Barakaldo. ¡Saco un par de fotos! ¿Podré ir a la cárcel? ¿La pena dependerá del tamaño del equipo fotográfico? Los que sacan con móviles, ¿son acosados igualmente o sólo en proporción al tamaño? ¿El tamaño sí importa? Me encuentro con una amigo.
Tras una media hora de hablar con él, nos despedimos y compruebo que estoy siendo observado por otra persona de seguridad. Hago mis comprobaciones de rutina en estos casos: camino de forma cansina describiendo rutas absurdas (25 de marzo declarado día del absurdo) en 50 metros cuadrados; el guarda de seguridad tiene las caderas en perfecto estado, sigue perfectamente las curvas sin tropezarse; doy la vuelta a una especie de caseta, pero no consigo despistarle. Aparecen refuerzos, conozco al tercer guarda de seguridad; en mis desplazamientos me dirijo hacia uno de ellos, casi nos rozamos los codos pero no se inmuta; repito la operación con el otro con idéntico resultado; son personas duras, estoy ahí con todo mi arsenal pero permanecen impertérritos, esperando que dispare ¡podría hacerlo hacia ellos!
¿Por qué su única actuación es el acoso? Deduzco que, ante mi firmeza con la persona del puente exigiendo libertad para hacer lo que yo creo que es totalmente legal, se ven sin capacidad de hacer otra cosa. Por supuesto, el ofendido soy yo, pero supongo que ellos tendrían que tener la sensación de que me estaba pitorreando de ellos (la primera persona recibe un desplante, la segunda y tercera juegan al pilla-pilla conmigo) y, sin embargo, su única actuación es la agresión por acoso (eso sí debe estar tipificado en las leyes); no se ven en el derecho de otra cosa.
Ya me aburro y salgo de la zona; una de las dos personas me sigue, mientras la otra permanece en la distancia ¡Están perfectamente entrenados contra los ataques de foteros terroristas! Me detengo en unas escaleras ya en el exterior mientras la persona que me sigue me vigila a unos diez metros. Me giro. Mi equipo apoyado en mi barriga le apunta a él, descanso mi índice derecho en el disparador. Se huele la tensión.
“¡A mí no me saques!” ¡Resulta que habla! “Hay cosas más bonitas para sacar” -le respondo- “pero de todas maneras estoy en un lugar público y podría hacerlo”. Como ya hemos roto el hielo, hablamos. Otra vez la típica discusión. Me explica que no puedo sacar fotos y yo argumento que estoy en un lugar público, que he accedido sin abrir ninguna puerta, que no he sacado ninguna entrada con ninguna condición. A él la gerencia le ha explicado que no es legal pero no sabe en base a qué ley o normativa (en un teatro o museo, por ejemplo, hay derechos de autor, pero, en un complejo comercial, ¿qué derechos hay?) Puestos a afirmar, yo aseguro que llevo muchos años en esto, que sé que se cometen muchos abusos en nuestra contra y que hemos analizado el asunto ampliamente, llegando a la conclusión de que no hay ninguna ley o normativa que nos prohíba nuestra actividad. ¿Por qué debería yo asumir en un lugar como éste una norma absurda y unilateral? ¿Podrían obligarme a ir con un ojo guiñado para no obtener imágenes tridimensionales? ¡Cuidadín los que tenéis memoria fotográfica! ¡Qué no se enteren! ¿Mi casa, con lo que me ha costado tenerla, es fotografiable y sus edificios de pichiglás no? ¿Puede un medio de comunicación (actividad comercial y lucrativa) utilizar mi imagen, y yo no puedo fotografiar edificios?
Llegan refuerzos. Tenía dos guardas para mi solito y llega el Séptimo de Caballería: otras dos personas más (uno de ellas, la primera, la del puente). Les debo tener atemorizados; quizás no hayan visto nunca una tan grande. La persona nueva, muy corpulenta y alta, saluda con actitud chulesca (por supuesto, este adjetivo obedece a una impresión subjetiva mía) elevando aún más su cabeza. Impresiona; aún así intento imitar su tono pero yo no lo tengo tan ensayado. Por enésima vez la misma discusión. La persona corpulenta me intenta intimidar diciendo que va a llamar a la Ertzaintza para que ellos me lo expliquen. Le invito a hacerlo, aunque le advierto que lo haga rápido que ya me empieza a entrar la prisa. Como el asunto se alarga y no aparece ninguna patrulla, les digo que me voy e inicio la marcha dándoles la espalda. La persona del puente se atreve a amenazarme diciendo que me pueden detener. Giro la cabeza hacia atrás con una sonrisa socarrona y continúo despacio sin volver la vista atrás. Teniendo en cuenta la irritación que les ha provocado mi forma de actuar y estando tan seguros en sus argumentos, ¿por qué no me han detenido?
Allí se han quedado los cuatro guardas de seguridad. ¿Cuantos robos en los comercios y en los aparcamientos habrá habido mientras tanto? No importa, el terrorista ha huido, el centro comercial está a salvo.
Me tiene intrigada esa zona, tengo que volver, algún misterio fotogénico se encuentra ahí oculto. ¿Conocéis algún abogado y algún periodista que nos quisiera acompañar?
THE END
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